sábado, 14 de marzo de 2015

A deshoras

Qué suerte la de aquellos
que se aman contemporáneamente
no a deshoras o a desiglos
sino al mismo tiempo a la misma lluvia
se aman y se cogen como dos hermanos
las manos por las calles y en la cama
las mejillas rojas y la sangre alborotada.

Qué suerte la de aquellos
que se aman en el sitio en el que están
no en la distancia o a oscuras
sino viéndose y temiendo los espejismos
y pudiendo tocarse si fuera preciso
porque en las plazas, los sofás o las orillas
las parejas se acarician sin que las veamos.

Qué suerte entonces la de aquellos
que en el momento exacto y en el lugar correcto
se aman contemporáneamente
al mismo son y al mismo ritmo
que marquen obedientes sus corazones

no como tú y no como yo
que nos necesitamos sí, pero de esta forma extraña
en la que yo te amo y no
aquí y ahora, escribiéndote
y tú no me amas y sí

ahora y aquí, leyéndome.




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