miércoles, 10 de octubre de 2018

Concurso de Poesía de Otoño en Zenda


NUNCA NOS CONTARON EL EPÍLOGO DE LOS AMORES DE VERANO

Basta que alguien me piense

para ser un recuerdo
Oliverio Girondo

Si la juventud supiera que ser joven es recordarlo todo
y decir que sí aunque se diga sí
y alzar tu voz de generación partida
tu sílaba átona de porvenires
para arrancar las hojas que, perennes, se agitan,
si lo supieran ayer, hoy, septiembre, o mañana,
quizá cambiara el mundo
quizá retrocedieran los relojes
quizá amaneciera más tarde
y duraran más profundas las noches
de nuevo las noches de verano
regresarían para tenerte o tener nostalgia de tenerte
y no pensar en qué momento llegaría la vida
a decirnos que no somos eternos
que nos busquemos en el olvido
después que termine agosto
que negociemos la melancolía lentamente
antes que termine agosto
a decirnos que llegaría la lluvia repitiendo su nombre por las calles ya mojadas
que aquel fue el último beso
que capitulemos el amor, que es sólo amor,
y que la derrota hay que aceptarla pronto
y que el silencio no es nada si no eres ciego
y que ser joven era recordarlo todo
y que nos hemos salvado para nada
y que hemos pagado el alto precio del tiempo
-primavera, verano, otoño, invierno, octubre, martes-
y que no se admiten devoluciones.









¿PARA QUÉ EL OTOÑO?

¿Para qué el otoño, su sábana
amarilla, el largo
lamento de noviembre tras el octubre
siempre ajeno o de otros?

El otoño es un anciano que no ha cumplido sus promesas.

¿Para qué el otoño?
Aparece como el vientre de las nubes,
abierto, sin fecha concreta. Tal almanaque de voces.
Fascina su pulso, lleno
de peligro antiguo, recordando
que dio vida a lo que hoy te ahoga.

¿Para qué el otoño, su campana?
La respuesta, quizá, tras los vidrios.
Los niños mirando el recorrer de las gotas,
los amantes en su primer beso, los vencidos.

La lámpara dice que es otoño.
En el metro, en los periódicos,
se fustiga con su nombre:
dice otoño, otoño, otoño.
Dice otoño con tres vocales nuevas.
Dice otoño con cinco espejos átonos.

Árboles, ojos, el silencio
lo reclaman como a punto de rendirse.

Nada como el otoño para desbrozar las interrogaciones.
Todas las melancolías acaban siendo la misma melancolía.
¿Para qué el otoño, su cedazo
hacia el invierno?

El otoño sólo sirve como eterno marcapáginas.
Por eso siempre se regresa:
por si algo continúa.

lunes, 30 de julio de 2018

Concurso de Poesía #pasionesdeverano de Zenda



EL ALBA


Nada nos decíamos. Sólo se oía
el torpe discurso del mar antes del alba.

Era
realmente difícil pronunciar el adiós
en los breves tiempos
que nos iba dejando la tartamuda orilla.

Y amanecía.
                        La aurora
lo empujaba todo luz a luz
y metro a metro
el agua se llenaba la boca de arena.

Casi nos mojamos de avaricia de amor.

Nos levantamos en silencio. Puede
que te nombrara algo incorrecto
si te hablé de otro fracaso.

Las gaviotas nos juzgaban, la playa
ya no era el eco de lo que fue en la noche.

Amanecía, yo lo sé
por el cielo ensangrentado de nuestro color favorito.

Y de pie, sin más sonidos,
seguía el mar torpemente su discurso. Siempre
alguien olvida cuándo no decir nada.

                                                           Era
sinceramente difícil concretar el final
en el largo tiempo
que duró nuestro orgullo.

Hubiera sido
más sencillo
dejar que el nuevo día hablara por sí solo.



LEONARD COHEN

                                   But lets leave these lovers wondering
                                   why they cannot have each other,
                                   and let's sing another song, boys,
                                   this one has grown old and bitter...

Es más litúrgica la cama que no espera,
es más elocuente el semen como bestia
está más desnuda tu mirada que no miro
porque en ese campo ya hundí todas mis bocas
y todo mi tuétano se volvió un mal demonio
pues en cada recuerdo habita un espejismo
una ilusión de que el barco ya no es pecio
sino un fulgor triunfal entre los diques
del astillero del futuro que no llega
y entro en mi cama como se entra en las escuelas
a aprender a olvidarte como se olvidan los hijos
del vientre y del juguete que se oxida
como se olvida el mar del marinero
como se rompe una ventana con un libro
de poemas que cayeron en veranos
de historias tan salvajes que ahora vuelan
donde nunca hicieron nido los fantasmas
porque hicimos de lo oscuro un territorio
que sólo pueden habitar los que no fuimos
y cierro los ojos con actitudes lejanísimas
al sentir un frío tenaz como una lluvia
golpeando el alféizar, llamándome a filas
a volver a escribirte que no te echo de menos
que si acaso escribir tiene razón para los locos
no soy menos cuerdo por decirte una mentira
por tratar de comprender a los ahorcados
por querer vender quincalla de nostalgia
al dios misericordioso de algún mito
y sueño que no sueño que te tengo
aún entre mis brazos como en un mal almanaque
que me sé cada taxi que pasa por tu puerta
cada verbo que usas con extraños
cada lunar cobijado entre tus senos
porque amar tiene un cielo reservado
para aquellos que han sabido pecar.
                                                           Y supimos.

Pero no ignores que yo también puedo abandonarte
que la derrota es un tren que no negocia
que desconoces de mí lo que yo mismo desconozco
que negarnos será sólo cuestión de perder el infinito.

jueves, 21 de junio de 2018

Maestro

Acababa de cumplir los 16 años y casi le parecía obra del destino en el que no creía que aquel cúmulo de casualidades se hubiera dado en tal breve lapso de tiempo.

Había visto hacía una semana una película de Ricardo Darín donde le decían lo que ciertas noches, tras el partido, decía su maestro."El tipo puede cambiar de todo. De cara, de casa, de familia, de novia, de religión, de Dios. Pero hay una cosa que no puede cambiar, Benjamín. No puede cambiar de pasión". A excepción del vocativo, su maestro suscribiría cada palabra.

Dos días más tarde, una radio local estaba, con motivo de la final del domingo, emitiendo un especial de canciones sobre fútbol. Mientras limpiaba sus botas, sonó Garrincha, en voz de Olga Manzano y Manuel Picón. "¿Quién/ se llevó de pronto de la multitud?/ ¿Quién/ le robó de pronto la juventud?/ ¿Quién le quitó de un golpe el hechizo mágico del balón?/ ¿Quién le enredó en las sombras la pierna, el flanco y el corazón?/ ¿Quién/ le llenó su copa en la soledad?/ ¿Quién/ lo empujó de golpe a la realidad?/ ¿Quién lo volvió al suburbio penoso y turbio de la niñez?/ ¿Quién le gritó en la cara 'usted no es nada, ya no es usted'?". Parecían aquellos versos la viva imagen de su maestro, cuando este tenía 34 años, como tantas veces le había contado.

Y ya por último, había empezado a leer un libro de la biblioteca que su maestro tenía subrayado hasta casi los bordes de las páginas. Era de Ernesto Sábato, Sobre héroes y tumbas, y aquel personaje, Humberto J. D'Arcángelo, con sus diatribas futbolísticas, con el pibe siempre en la boca, le recordaba a su maestro -quizá por eso más de un lápiz sucumbió a sus capítulos-.

Para más inri, todas las referencias eran de allá, de Argentina, donde jugó su maestro, que con el tiempo había adoptado aquel acento extraño que tan profunda risa le provocaba. Así que fue a la tasca de la esquina.

Allí estaba, con su copita de moscatel, su maestro. A pocos -ninguno era mucho decir- les había visto poner el balón en la escuadra con tan poca carrerilla. Luna el mediodía y aún no llegó la caló a su epresión másima. Cómo va pegá el Munana hoy, pibe. Se le acercó y, casi gritando, por la sordera de burro que arrastraba, soltó: "Maestro, ¿va a ver el partido?". Con la mirada fija, como en los buenos penaltis, le cogió del brazo -como en los malos-. Coge silla, carajo, que tengo qu'hablarte de limportante. ¡No te vaya tan lejo, Jacobo, y pon aquí otra copita, ca ya bebió el Papan Roma, y pon tambié un café blanco como línea de cal!. "No tomo café, ya lo sabes, maestro". Cuan ante aprenda, mejó, pibe. Lo café son bueno porque mantiene la cabesa en efervehsensia. Nuna ditrasión. Al gol, namás. Alanteyatrá, pero al gol, que sin el go son novanta minuto eterno. Jacobo regresó y puso el vaso y la copa y ambos los cogió el maestro y apoyó los codos sobre la mesa y los arrastró un palmo, al mismo tiempo. ¿Te contao guna ve cómo se la hise a Gutierré el rubio en el novantatré y la puse pa que el sueco rematara, sín, picaíta, a la sepa? Ganamo sín lahsenso a tersera y me desían ere un maestro, gallego o pibe, qué maestría tiene en el pie, la concha tu madre. No le diga tu madre que dije eso, quin dispué me riñe.¿Que sí? No sé yo, vi pensá que ya no me quea ma que contarte. Bueno, tate, que a lo mejó no sabe cómo me tiré en el sincuenta y nueve pa blocá... ¿Sí, tambié? ¿Y la de cuando Felipe me la dio y, con la razón de mi lao, pum, fiu, una vaselinita que ni la vio el de Rosario? "Abuelo, tenemos que irnos a casa. Mamá ha terminado la comida y quiere que estés duchado y presentable, que viene la familia a ver la final". La fina, la fina... El fútbol e otra cosa, no la finale. El fútbol e corré, corré y corré, pero no huí. E dale a la estrella pa que bajen, pibe. E ponerte la camiseta y volá, dale que si volá. La cabesa pa despejá y la surda pa lo hueco. El fútbol e... otra cosa, yastá, otra cosa. No la finale. El camino. El fútbol e el camino. No si llega a la finale de repente. No si llega al área del contrario de repente. Hay que caminá musho. Caminá y corré. El camino, por Dio, limportante, qui lo dijo Cavafi. Mi me llamaron el poeta del sírculo sentrá. Una intrevista que di que marcó época. Ahí lo dije. El fútbol e el camino. El fútbol e el camino y ante del gol tú tiene que sabé recordá cómo ha llegao hastaí. Dende el meta tal utillero, quin ta dao el pase y el qui difende la contra. Recordá, recordá el camino. So e el fútbol. ¡Y luego ya marca, carajo, quel público simpasienta con lo empate! Se levantaron y de un buche se acabaron los vasos. Mañana te pago, Jacobo, apunta, como yo no hise en el setenta y uno. "Abuelo, que eso fue culpa del nuevo entrenador, que te puso de extremo". Pior, de laterá, como si yo fuera bajito y veló, muchasha. Lidia iba agarrándole del brazo para que no se cayera, llevando a su abuelo a casa. "Maestro, un consejo para tirar las faltas, que el entrenador quiere que sea yo esta tarde". No diga má, pibe, que va a hasé campeón a tu equipo. La sorpresa, sas la clave. Y pasá la barrera, como en to en la vía. Jacobo gritó cuando salían por la puerta: "¡A ganar esta tarde, Lidia! ¡Y vaya suerte la tuya, maestro, que tienes una nieta que es oro!". Se giró a duras penas, sonrío y sentenció: ¡Ma salío mediosentro!

miércoles, 21 de marzo de 2018

Polvo de estrellas


Aquel año era año de elecciones planetarias y la polémica se sirvió tarde y fría. En concreto, a unos -220ºC: Neptuno decidió en un referéndum nuclear no vinculante su independencia del Sistema Solar. Casi cualquier habitante de aquí a Andrómeda sabía de la importancia de Saturno para el comercio exterior, la riqueza mineral de su centro o sus reservas de gas amoníaco. El Presidente neptunés adujo su notable diferencia física, un sentimiento de menosprecio con respecto a otros astros. Muy pronto Júpiter mostró su disconformidad. A este le siguieron Marte, Urano y La Tierra por razones que no recuerdo bien. Todos enviaron algunas naves que repostaban en Caronte. Las malas lenguas dicen que cometieron algunos abusos en Plutón y economía oscura en el Cinturón de Kuiper. Yo sólo pensaba qué sería de mis amigos.

Fue el mismo lustro que vi por primera vez el cometa Halley. Luego lo he visto varias veces más, pero un evento como ese no se olvida. Yo iba a la UPAS, la Universidad Polimórfica de los Anillos de Saturno. Fue una noche larga, cálida, que si no me falla la memoria duró 4 eones. Allí pasaba, lenta, minuciosa, mínimamente el cometa y su larga cola de hielo, como tocando cada quásar en una travesía de faros que sólo él conocía. Me pareció envidiarlo. Su soledad sempiterna, visitando de tanto en tanto la vida, como una carta antigua.

Era fines de estío para la mayoría de planetas. Como buen joven de mi constelación, fui al Festival Intergaláctico de Música Centrípeta. Allí la conocí. Antenas rojas y cortas, ojos muy oscuros, dos bocas eternamente paralelas y de complexión delgada para lo que el trópico indica de las neptunesas. Se llamaba Tah'N'Nya.

Bastará decir que aunque nuestros satélites distaban unos pocos cientos de años/luz, no hubo banda que no oliéramos juntos ni noche que no durmiéramos solos en lo que duró el festival. Ni siquiera aquella de las Pléyades ni la siguiente, la del primer beso, en sus labios diestros, cuando la famosa supernova dentro de la Nebulosa del Águila.

No la volví a ver hasta esta tarde, tantos siglos después, cuando la han desconectado. Su hermano me ha contado cómo fue. Resultó que un mal golpe de luz en una de las cargas de la policía espacial por la prohibición del referéndum le provocó un centesimal agujero negro que la dejó sin recuerdo alguno. Como si toda su vida anterior no hubiera sucedido. A veces tengo la sensación de que un recuerdo puede ser también algo futuro. Ella pensaba igual. Su nota de suicidio decía que empezar de cero es más difícil que dar por terminado. En el hecho de que la rescataran en ese estado antes de su muerte casi veo a algún Dios, no ya por darme la oportunidad de despedirme, sino porque le había hablado a sus allegados tanto como yo hablé de ella a los míos.

Pero no lo vi. Su adiós, más que el resto, poseía algo de antimateria. El vacío se comprende mejor sin ecos. Mientras venía a casa he parado mi binave en Hidra, para tener una buena perspectiva del Sistema Solar. Allí he mirado Neptuno y cómo todo aquello no sirvió para nada. He mirado por si aparecía el cometa Halley, pero hay momentos para admirar la belleza y momentos para recordarla. Antes de irme, en el suelo, he encontrado un átomo de los restos de la supernova en la Nebulosa del Águila. Y lo he comprendido perfectamente. Somos polvo de estrellas. Mucho, mucho polvo.

miércoles, 14 de febrero de 2018

Concurso de poemas de amor de Zenda e Iberdrola

LUGAR

Irme. Irme. Irme lejos.
Donde nadie sepa que el mar es azul o que puede ser azul.
Allí, a un rincón polvoriento del mundo
en la aldea oculta de habitantes sin nombre.
Allí, un beso cuna de amor, tumba de rayo.
Que haya donde voy un círculo en el invierno
por el que entren a veces diminutas primaveras.
Una plaza escondida.
Un nido de nada.
Que se me olvide. No pido más:
que el amanecer me despierte y el anochecer me baste
y tener las palabras precisas para las emociones comunes.
Irme lejos, como un baile de ecos y de sombras.
Solo y en silencio que se resuelva la vida por un instante.
Lugar que no reciba ni tu voz ni tus ojos.
Estar allí. Pensarte.
Y regresar a ti en la muerte
pues la eternidad es otra historia.






VEN

Ven a nombrarlo de nuevo todo
porque nada se ha marchado, todo te espera,
todo está en silencio, aguardándote
como siglos sin demora, ven
a nombrar de nuevo el amor
aquí es amor
aquí y ahora, amor, ven
a nombrar de nuevo el trigo, las calles,
las noches de los amantes
-esas noches que duran quizá dos vidas-, ven
a nombrarlo todo de nuevo, a mí mismo
a decirme dónde nací, cuándo vi el fuego, ven
que la soledad es decirte ven, ven
que puede sonar en cualquier momento la lluvia, ven:
no te mueras sin saber que te amo, ven:

no te vayas a ir sin saber quién eres.